En Corrientes ganaron Milei y Bullrich y se encendieron luces de alerta

 

 

 

Lo sucedido en Corrientes y en la Argentina indica que hay dos tercios de la gente manifestando  una voluntad de cambio profundo, en detrimento del peronismo y su modo de ver el mundo. Y un tercio abultado que quiere otra cosa distinta a las ofertas incluso de la oposición. No fue el voto en blanco, ni el anulado, ni el ausentismo. En Corrientes votó el 68,21% de los electores habilitados (considerables para unas Paso), pero lo más relevante es que el 96,35% de los votos fueron afirmativos.

En línea con lo sucedido en el país, Javier Milei se posicionó en Corrientes como el candidato individual más votado de las Primarias, lo que representa todo un cimbronazo a nivel general, porque obliga a una serie de recálculos a los dirigentes que integran lo que él mismo llama peyorativamente como “la casta”. Pero también, y por traslación directa, pone en estado de deliberación a los dueños de la hegemonía dentro del frente oficialista correntino, comandado por la UCR, que venía con resultados sostenidos y muy favorables y que ahora, si bien se mantuvo entre las poquísimas provincias pintadas de amarillo, redujo su caudal a manos de un candidato a priori sin anjacle sólido ni aparato.

De ese estado de cosas se derivan proyecciones que entretendrán por muchos días a los dirigentes correntinos, sobre todo del oficialismo, pero también de la oposición: los resultados en el interior, la performance de los candidatos en sus distritos comunales, el comportamiento del voto peronista, por caso en Capital, donde salió tercero con menos del 20%; y el comportamiento del voto radical y sus asociados que terminó inclinando la balanza en favor de Patricia Bullrich, lo que en sí mismo implica la existencia de ganadores y perdedores puertas adentro del frente gobernante.

Pero antes que todo, lo importante de la elección de ayer en Corrientes es que Milei ganó su carrera personal con más de 180 mil votos (con el 99% de las mesas escrutadas), pero quedó tercero en el cómputo global de los frentes con un 29,22%.

La alianza más votada en la provincia fue Juntos por el Cambio que, sumando sus avales, obtuvo un 34,26%, con una victoria contundente, dentro de la interna, de Patricia Bullrich, que obtuvo alrededor del 68%, sobre el 31% de Horacio Rodríguez Larreta. Segundo quedó Unión por la Patria con Sergio Massa, con un total del 29,36% de los votos, lo que confirma la división electoral en tercios, y un virtual empate entre el peronismo y los libertarios.

Ese solo dato de la elección de ayer, es decir, el resultado general, habilita en el país, pero también y sobre todo en estas pampas, una serie larga de evaluaciones que podría comenzar por donde lo hicieron los candidatos locales del oficialismo.

Sucede que anoche, contentos pero no tanto, los candidatos a diputados nacionales de Juntos por Cambio, ya confirmados por el resultado, Alfredo Vallejos de la UCR e Ingrid Jetter del PRO, hablaron de que la gente está expresando una voluntad de “cambio contundente”, cercana al 70%, aunque también un llamado de atención: “Nos dijeron hagan las cosas mejor”.

Hay allí una síntesis muy buena para graficar lo sucedido en Corrientes y en la Argentina: que hay dos tercios del electorado manifestando, a través del voto válido y positivo, una voluntad de cambio profundo, en detrimento del peronismo y su modo de ver el mundo.

No fue el voto en blanco, ni el anulado, ni el ausentismo. En Corrientes votó el 68,21% de los electores habilitados, lo que representa incluso un número mayor al registrado en las últimas elecciones legislativas del mes de junio, donde votó poco más del 66,03%.

Las Primarias de ayer consiguieron casi un 70% de afluencia, pero lo más relevante es que el 96,35% de los votos fueron afirmativos, y por lo tanto no tuvo mayor relevancia el voto en blanco (2,16%) ni el anulado (1,36%) ni el impugnado (0,11%).

Hay una voluntad de cambio, pero también, y sobre todo, una voluntad muy importante del pueblo correntino de un cambio alternativo al que plantearon desde siempre las fuerzas provinciales más conservadoras e incluso distintas al que podrían plantear el radicalismo o el peronismo.

Hay una voluntad de cambio de dos tercios, que puede ser leída de esa manera, pero también como un llamado de atención de un tercio abultado que en vez de anular el sufragio o no asistir, decidió apoyar a un candidato que lleva todo al extremo, a modo de castigo, o de advertencia a los políticos profesionales de “la casta” que siguen sin encontrar respuestas para los problemas que aquejan a la gran mayoría de los argentinos y especialmente a los correntinos: el problema de la pobreza, producto entre otras cosas de nuestro atraso económico, de nuestro contexto de producción desfavorable por ubicación geográfica, lo que a su vez perjudica nuestra competitividad, y de nuestro bajo poder adquisitivo, carcomido por el flagelo de la inflación. Y por coyunturas desesperantes como la inseguridad, la droga, y las pérdidas de los territorios de la educación, cuyas herramientas supieron edificar bastiones inexpugnables por ser generadores de calificación laboral y propulsores de la movilidad social ascendente.

Si Milei, sin aparato y sin una dirigencia política consolidada como las del radicalismo o el peronismo o, para ponerlo en términos correntinos, sin vehículos electorales probados como los de Encuentro por Corrientes o del ex Frente de Todos, logró un porcentaje de tercios como el que consiguió ayer en Corrientes, es porque hay que buscar razones más allá de lo que se ve.

Más allá de las etiquetas superficiales de la bronca o de la economía, porque justamente Milei es el candidato más votado en una provincia que tiene casi la mitad de su población bajo la línea de la pobreza, segmento social que a priori sentiría con mayor dureza los efectos de un ajuste impiadoso como producto, por ejemplo, del cese de los beneficios sociales que plantea el libertario.

Hay para analizar más allá de la ideología, porque esta manifestación de los correntinos no encuentra antecedentes inmediatos comparables; porque hace menos de dos años reeligió al gobernador Gustavo Valdés con cerca del 80% de los votos, y porque ahora vota como vota incluso más allá de la campaña del miedo que ya circula por los cordones más precarizados de la Argentina y de Corrientes. Campaña que Sergio Massa abonó anoche mismo: ahora empieza a definirse si Argentina tendrá “trabajadores o esclavos”, sintetizó.

Pese a todo la gente votó a Milei. En la ciudad y en los campos. En el centro y en los barrios. Con o sin fiscales (lo cual además habla bien del sistema electoral, del modelo simplificado y ágil como el que se exhibió ayer en los cuartos oscuros).

Pero además, Javier Milei ganó en un territorio juvenil donde importan más los contenidos de redes sociales que los argumentos o responsabilidades sobrevinientes de las acciones de gobierno. Se trata de otro llamado de atención, de otro punto a mirar, porque de allí se desprenden indicadores para el análisis de un proceso en marcha: el comportamiento de los más jóvenes cuando enfrentan las urnas, pero también, la conducta de esos nuevos sujetos políticos frente a los espacios de contención que históricamente tuvieron las izquierdas o las juventudes del radicalismo o del peronismo. Hay allí luces que de amarillas pasaron al rojizo, porque lo que hasta ayer ocurría en el plano teórico, anoche se anotó en una planilla de escrutinio.

El final es abierto. Falta una primera vuelta que ya será por los porotos, pero además, por la composición del Congreso. Y así como están las cosas, una segunda vuelta en la que puede pasar cualquier cosa si todo lo aquí dicho, y lo que todavía falta por analizar, no encuentra al menos una escucha sincera. Y acciones consecuentes.

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