Será una tarde de inimputabilidad para Boca, donde la peor noticia sería perder algún soldado y en la cual el juicio no llegará por el resultado sino mas bien por lo visto en cancha. De hecho, la derrota ante Racing no caló tan hondo en la gente, porque al equipo se lo vio con una propuesta más generosa en ataque en comparación con otras derrotas.
Pero este sábado la Bombonera será otra cosa. Será una fiesta de despedida para un equipo que se va rumbo a la aventura de alcanzar de vuelta la gloria tan soñada. Será la oportunidad de pegar ese grito de guerra ahogado durante tantos años para que quienes entren a la cancha se lleven un estruendoso pedido para que traigan esa Copa a la Argentina. Y será también una última prueba futbolística para subirse al avión con más confianza que nunca, dejando atrás los vaivenes de las últimas caídas en la Copa de la Liga.
Antes de la fiesta, tres puntos en juego
No arriesga de más, pero va con casi todo
Hay reparos, sí. Porque tampoco se trata de arriesgar de más. Valentini (quien salió sentido del último partido pero concentró) será suplente, aunque aún no se sabe si él o Valdez se quedarán con la zaga.
Con Chiquito inamovible, con la vuelta de Figal para que llegue con rodaje, tras las dudas con las que jugó frente a Palmeiras y no haber vuelto a ver acción desde allí. Con los laterales (Fabra y Advíncula) listos para el partido de sus vidas.
Con los Fernández (Equi y Pol) bancando un medio hoy más ofensivo, con Barco sumando más horas de vuelo para alcanzar su mejor versión en Río. Y con la dupla uruguaya afilando cada vez más su aceitada sociedad pese a que Merentiel viene de jugar casi todo el partido de entresemana.
Todavía puede…
La intención, por supuesto, será la de volver a la victoria, de sumar esos tres necesarios puntos que encaucen el mal andar en la Copa de la Liga y que dejen una ventana abierta para lograr el pase a cuartos al volver del viaje que hoy les quita el sueño a todo Boca.
Pincha o rompe, paga
Un Boca anti Pincha, copero casi en plenitud, que tiene la meta principal de cumplir con el calendario y aprovechar para cargarse de la energía que le transmitirá su gente. Y tratar de que no pinche. Porque los jugadores saben que el que pincha o rompe -hoy más que nunca-, paga.